Volveeeeerrr Hay días en que uno no se debería levantar de la cama y  sobretodo en esta profesión donde abundan los caraduras y  las gentes sin escrúpulos. El cine fantástico español, como es sabido, tuvo su Edad de  Oro entre los años 1970 hasta 1975. Con la muerte del  dictador cayó en picado por causas coyunturales, el público  fijó su atención en otros puntos cardinales.  Desgraciadamente entré en el cine cuando se produjo esta  caída. Muchas veces he bromeado sobre estas circunstancias  haciendo un símil con las aventuras de Don Quijote de la  Mancha que, cada vez, que tenía un revés, culpaba a un  mago encantador que envidioso de su fama convertía los  gigantes en molinos para que se diera de bruces con ellos.  Precisamente al entrar en el cine se nos murió el dictador y el  fantástico español tuvo un descalabro monumental. Así que  sólo me encontré tierra quemada y los directores que crearon  esas obras tan alabadas ya estaban en declive.   Y así un día llegué a Profilmes.   Cuando empecé a publicar y a relacionarme con gente del cine se vivían momentos históricos apasionantes pero en cierto modo malos para el cine. La  productora Profilmes cambió de rumbo. Comenzó a rodar documentales sobre La nova canço, sobre la lucha obrera, el auge del anarquismo,  Sonámbulos de Manuel Gutierrez Aragón, Cabezas cortadas de Glauber Rocha y otras que se podrían clasificar en una lección titulada “Cómo  expulsar al público de la sala”. Es decir que se estableció el Imperio del Sopor.  Fue en 1978 cuando me pasé por la productora para ver si había forma de meterme como actor, iban a rodar Las rutas del Sur de Joseph Losey sobre  el día de la muerte de Franco. Bueno, pues me dicen que en aquellos momentos la contratación de los actores lo realizaba el Sindicato del Espectáculo  de la CNT y que para conseguir papel había que entrar en el mismo. Me dieron una dirección y todavía están esperando. Me parecía un abuso hacerme  entrar en política para conseguir trabajo, pero en realidad pensé que España era un país muy inestable y que si hubiera venido una involución política  se me hubiera caído el abundante pelo de mi testa. Así que pasé de ellos.  En 1984, año en que empecé a escribir guiones, redacté la primera versión de La Sombra de Hitchcock. Sebastián d’Arbó se interesó por el proyecto  y lo entregué en Profilmes. Estaban dispuesto a producirlo pero la productora estaba descapitalizada por las genialidades antes mencionadas. Así que y  pagué las consecuencias. Más malos rollos. Paul Naschy siempre me daba de lado cuando crearon las productoras Dálmata (que le fue mal)  y Acónito. Tras un accidente mientras rodaba Mi amigo el vagabundo, Naschy me llamó para  que le escribiera algunos guiones porque la productora pretendía diversificar su oferta con gente  nueva. Así que le entregué tres: La rebelión de las sombras, El Ave Fénix y Némesis, la hija  de la noche. El que más gustó fue el primero. Aparecía un actor de cine llamado Peter  Kerensky, especialista en cine de terror. Por arte de magia, en un cine de Madrid destartalado,  daban una antigua película suya. Por encantamiento el monstruo salía de la pantalla y asesinaba  a un montón de gente. La policía se cree que el asesino es el actor y se le cae el poco pelo que  tenía.  Me las prometía muy felices cuando vino el descalabro de la productora porque falleció el  director del banco japonés que ponía dinero en la productora, tiempo después su socio Matsurao  Takeda. Así que todo se fue a pique. Luego vino el follón de El aullido del diablo que no venía a cuento.  Parecía salido de una de mis historias en las que aparecía un trasgo que daba mala suerte. El  trasgo me lo inspiró un tipo raro que iba por Sitges cada año a marear y dar la murga. Cada vez  que aparecía ese bicho al protagonista de la película le venía un descalabro monumental y todo  le salía al revés.    Cuando movía el guión de La Sombra de Hitchcock en Madrid se lo presenté a Miguel Tudela de Izaro Films que me citó en su oficina, mientras se  dirigía a ella tuvo un accidente de coche y no pudo acudir. Años después el mismo distribuidor se hizo cargo de El aullido del diablo, entonces falleció y  la película no se pudo distribuir.   ¿Habrá sido el mago encantador que hacía la pascua al ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha? En 1986 una productora de cuyo nombre no quiero acordarme me quiso contratar para que les escribiera un guión de Artes Marciales, ninjas y demás  follones achinados. Para que me inspirara me pusieron un retrato de Jesucristo. El productor se encolerizó porque puse escenas eróticas que, según él,  eran inmorales. Meses después tan puritano personaje apareció en todos los medios nacionales porque le habían contratado para coser a puñaladas el  presidente de la Federación de Boxeo y fue a dar con sus huesos en la cárcel años después cuando lo capturaron en Brasil.   Curiosa forma de entender la moralidad la de ese sujeto.  Hacia 1992 me llaman para una serie llamada El espectro de Jesse James. Uno de los productores querían que escribiera los guiones. Trataba de un  chiquillo, hijo de Jesse James, que es protegido por el fantasma del padre y un karateca chino, interpretado por un actor coreano que además era  productor asociado. Entregué un par de guiones en un bar de Barcelona en donde se presentó el mencionado oriental de ojos rasgados.  Dos días después el interfecto sale retratado en los periódicos porque, según leí,  le metieron en la cárcel por rodar pelis porno con chavales de poca  edad y por tráfico de blancas. Contrataba chicas para bailar y las ingenuas muchachas acaban en prostíbulos de extremo oriente.   ¡Ay! ¿Porqué esa gente siempre me toca a mí?   Otro sujeto no menos curioso apareció por Barcelona allá por 1991, meses  antes de que llegaran las huestes de George Lucas para rodar su televisivo  Indiana Jones.   Dicho individuo, muy joven y guapo, incluso parecía un clon de Alain Delon en  sus años mozos, traía una impresionante cámara y un contrato de Warner Bros  para rodar una película llamada Ricochet.   Como no, me volvió a tocar la china y me vi implicado en un extraño rodaje  como ayudante de dirección. Compartí apartamento en Sitges con el joven  director y un par de modelos ingleses que no hablaban palabra en castellano.   Al primer día de rodaje, sorpresa, no pagaban las dietas. Nadie comía en este  rodaje y las tripas rugían. El señorito no tenía ni un duro lo que nos pareció  extraño. Rodamos en una discoteca de Sant Cugat y ¡oh sorpresa! al ver el  copión descubrimos que aparecían todos los extras, casi un centenar, con las  cabezas cortadas. Tenía que venir desde Hollywood Gilbert Roland para protagonizar tan extraña  historia. Estábamos en una oficina de una agencia de modelos y el gachó no se  le ocurre otra cosa que enviarle las 150 páginas del guión por fax a Hollywood.  Cuando recibieron la factura de correos y al ver la cifra que debían abonar se  les cayó la mandíbula al suelo.  Rodamos una noche por las Ramblas siendo el equipo amenazado por unos  desagradables navajeros ante los morros de unos policías nacionales que no  quisieron intervenir porque estaban acojonados. Me tuve que enfrentar  personalmente con esos indeseables y todos alucinaban porque demostré tal  coraje.  Luego descubrimos que la película ya se había rodado en Florida (USA) y que la Warner Bross no tenía ni idea de quien era ese señor. Como no pagaba  un duro se cortó el rodaje y todo el mundo acabó en los juzgados poniendo denuncias a destajo. Nos enteramos de que la cámara había sido robada en  no se donde y durante meses tuvimos jaleos de abogados y demás líos. en la primera vista nos aparece un letrado que no habíamos visto nunca.   Naturalmente ganamos el juicio pero hasta la fecha no vimos un duro porque el gallito se paseaba ufano por Barcelona sin que nadie le echara mano.  Nos olvidamos de que vivimos en España y ya se sabe que en España no hay justicia.   Mi amigo Germán Monzó y José Sancho en El Kibris, la ley del equilibrio. Conocí a Monzó durante el rodaje de Más allá de la muerte y colaboré en el  mítico Anticristo 2. Por cierto en la caratula de el DVD de este film firma Sergio  Argento.  Con Germán hemos vivido varias aventuras como las descritas en esta página.  Antes estuvo en Hong Kong, conoció a Bruce Lee y Jackie Chan. Estando  introducido en el cine de Hong Kong se vino a rodar a Barcelona, tal vez para  hacer penitencia.   El Kibris fue la última película programada en el glorioso cine Publi de Barcelona  en donde vi numerosas películas de mi cinéfila juventud y donde se estrenaron las  películas Acosada, Un submarino en el mantel y Un placer indescriptible.   Cuando se estrenó Acosada, estuve con D’Arbó en la cabina de proyección. El  operador me contó que el Sindicato del Espectáculo de la CNT controlaba los  puestos de trabajo y si alguien no se afiliaba no le querían.   Luego nos extrañamos que este país funcione de forma tan peculiar de mal.   Mucho se ha hablado de El aullido del diablo y del escándalo consiguiente. Siempre se me ha  dicho que debo pasar página pero la realidad es que no se me ha dejado hacerlo.   Ya he contado que a finales de 1986 yo estaba preparando mi primer largo como directo,  Fantasmas del pasado. Sólo disponía 5.000 metros de película en 16 mm, distribución en vídeo  y nada más. Se trabajaba gratis para tener currículo, experiencia y opción a mejores trabajos.  En Madrid Paul Naschy preparaba con Olvido Gara (Fangoria) La herencia del diablo que  costaba trescientos millones de las antiguas pesetas. Era como si estuvieras en un restaurante de cinco tenedores con todas las delicadesen y  productos de alta cocina y en la calle un mendigo tuviera entre sus frías manos un bocadillo de  sardinas en lata. No seria lógico que salieras a la calle a quitarle el bocadillo al pobre mendigo.  Más o menos eso fue lo que pasó en esta nefasta, triste y lamentable experiencia.   Tras dos meses lamentables en Madrid, viviendo en pensiones de mala muerte, perdiendo el  tiempo, vino el affaire del guión. Sólo reclamé lo que me fue prometido y que no me quisieron dar,  recibiendo toda clase de insultos no sólo entonces sino en la actualidad, veintitrés años después  el rencor no ha desaparecido en el corazón (?) de algunos de sus fans, muchos de los cuales no  habían nacido cuando sucedió tan desgraciado hecho.   Alex Moriarty El actor que nunca existió Al iniciarse el affaire de El aullido del diablo, Paul Naschy  quería que yo interpretara al mayordomo Eric con la cabeza  afeitada para que me diera un aspecto amenazador.  Su proyecto en reciclarme como actor de terror, cuando yo  en aquel tiempo ya deseaba abandonar este género, no me  hacía ninguna gracia. Paul quería cambiarme el nombre por  Alex Moriarty y ponerme la voz del doblador José Guardiola  para disimular mi disfasia.   A mí me sonaba a falso, no me veía rodando papeles  terroríficos porque mis planes eran dedicarme a otros  géneros que me gustaban más. El cine de terror encasilla  mucho, demasiado, y si por colaborar en revistas del  género ya lo llevo arrastrando toda la vida si hubiera rodado  ese personaje me habría pasado el resto de mi vida con  maquillajes y apliques. No me gustaba la idea y me negué. Esta vez Paul lo  comprendió, pero no en otros conceptos.   El asunto del guión Mucho se ha escrito sobre el asunto del guión de El aullido del diablo, pero  siempre deformado.   Preparaba otra película en Barcelona que me hacía mucha ilusión y me sentí  decepcionado al verme mezclado en esta historia. Fue a finales de 1986, sólo  pensaba dedicarme al cine y abandonar las revistas de las que estaba ya más que  harto. Paul primero me llenó la cabeza de promesas, era su método, pero yo ya no  tragaba porque ya me había decepcionado anteriormente varias veces. Así que  primero me hizo escribir el guión, luego lo rehizo y con una maniobra increíble me  desapareció mi nombre del mismo y con ello la remuneración. Le reclamé lo  prometido, figurar como coguionista y el pago de la mitad del guión. Nada más. Lo  demás se lo han inventado los frikkis amantes del género y de la tergiversación.  En la actualidad nada quiero saber de esos asuntos. No me hace gracia que mi  nombre figure en películas de estos géneros porque te pasas la vida  arrastrándolo. Nunca voy al cine a ver películas de terror, ni al Festival de Sitges y  jamás paso DVDs o Blu-Rays terroríficos porque acabé tan quemado que  cualquier referencia al género me pone nervioso y por eso prefiero que  desaparezca de mis recuerdos.